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La Palabra de Dios ser� "Un Ancla En La Tormenta"

Abril 30, 2004

Juan 7: 37-38, "En el �ltimo y gran d�a de la fiesta, Jesus se puso en pie y alz� la voz, diciendo: Si alguno tiene sed, venga a m� y beba.  El que cree en m�, como dice la Escritura, de su interior correr�n r�os de agua viva."

Hab�an sido cuatro meses muy atareados.  Geno y yo hab�amos estado viajando desde el comienzo de Enero, y el fin de semana del 30 de Abril est�bamos programados para hablar en Dakota del Norte.  Sin embargo, este era un encuentro especial.  Iba a tener lugar en una reservaci�n India, plagada de innumerables vicios, y en las �ltimas semanas tambi�n con un esp�ritu de suicidio.  Era una reuni�n abierta, donde cristianos y no-cristianos hab�an sido invitados.  Por las dos semanas anteriores yo hab�a estado orando por direcci�n en cuanto a qu� deber�a yo hablar.  Era un nuevo auditorio para m�, y yo sab�a que necesitaba gu�a y direcci�n.  A medida que el d�a se acercaba, yo oraba m�s y m�s, pero no hab�a recibido respuesta.

Yo hab�a trabajado en el tercer turno la noche anterior, y hab�a tenido tiempo s�lo para darme una ducha y ponerme algo de ropa limpia antes de disponernos a manejar un largo trecho.  Como yo estaba muy cansado, dej� a Geno que condujese, y me fui al asiento del pasajero a dormir, todav�a preocupado en mi mente acerca de qu� habr�a de predicar.

Cuando me dorm� tuve un sue�o.  Yo so�� que estaba en la base de una alta monta�a, con una hermosa cascada de agua bajando por su centro.  A lo largo de su ca�da por la monta�a, cada cierto intervalo hab�a piscinas de acumulaci�n donde el agua se juntaba, y luego se derramaba por los bordes para continuar su viaje descendente por el costado de la monta�a.  En la base de la monta�a hab�a un gran n�mero de personas arrodilladas junto a la �ltima piscina de acumulaci�n y bebiendo el agua a sorbos.  Cuando mir� hacia arriba por el costado de la monta�a, tambi�n hab�a m�s gente en las otras piscinas pero, a medida que aumentaba la elevaci�n, se ve�a menos y menos gente.  Mientras yo captaba los detalles de la escena, y me preguntaba qu� significaba, observ� a un hombre vestido de blanco sentado junto a m�, con sus manos tomadas detr�s de la espalda.  Era el mismo hombre que yo hab�a so�ado anteriormente.  El estaba mirando a la monta�a y al agua en movimiento tan atentamente como yo.

Finalmente, lo mir� y le pregunt�: "�Qu� significa esto?  Yo no entiendo."

"Es la respuesta a tu pregunta," respondi� �l.  Antes que yo pudiera decir algo m�s, �l comenz� a caminar, volvi� su cabeza, y dijo: "Camina conmigo."

Caminamos hasta la primera piscina de agua, y nos abrimos paso a trav�s de la multitud hasta que estuvimos en la orilla.  La gente a�n estaba recogiendo el agua y bebiendo con avidez.  "Pru�bala," dijo el hombre, apuntando hacia el agua.  Parec�a limpia, pero cuando recog� con mi mano y la llev� a mis labios, not� que ten�a gusto a tierra.  Yo hice una mueca de disgusto; el hombre sonri�, y �l continu� caminando monta�a arriba.  Era un sendero �spero y rocoso y, aunque el hombre parec�a no tener dificultad para escalar, yo tropec� algunas veces y me resbal� en algunas piedras, pero me las arregl� para seguirle el paso. ��A medio camino monta�a arriba nos detuvimos en otra piscina.  Hab�a menos gente all� que abajo en la base, as� que nos result� m�s f�cil llegar a la orilla.  "Pru�bala," dijo el hombre.  Hice como antes, y recog� algo de agua con mi mano ahuecada, la llev� a mis labios y la prob�.  Aunque sab�a mucho mejor que la de la piscina anterior, a�n ten�a un leve matiz agrio en su sabor.

Continuamos caminando hacia arriba hasta que, finalmente, alcanzamos la cumbre de la monta�a.  Lo que por la distancia hab�a sido dif�cil de ver, ahora estaba muy claro para m�.  En la cumbre no hab�a piscina que juntara agua, sino un torrente constante de agua que ven�a directamente de la monta�a misma.  La corriente de agua era tan poderosa al salir de la monta�a, que no hab�a c�mo evitar ser rociado al ponerse cerca de ella.  Aquellos que estaban en la cumbre, muy menores en n�mero que los de la base, ya estaban mojados, y en pocos minutos yo tambi�n estaba completamente empapado.  "Pru�bala", dijo finalmente el hombre, despu�s que estuvimos contemplando la hermosura del salto de agua por alg�n tiempo.  El agua era diferente a todo lo que yo hab�a probado antes.  Era fresca y l�mpida, y mi sed se mitig� despu�s de unos pocos sorbos.

Aunque era una hermosa vista para contemplar, yo todav�a estaba confundido, y despu�s de alg�n tiempo le pregunt� al hombre: "�Qu� significa esto?"

"T� oraste al Padre, y preguntaste qu� deber�as hablar.  Esta es la respuesta a tu oraci�n.  Este salto de agua es la palabra de Dios.  En su fuente de origen ella es pura, y da vida, pero a medida que los hombres la interpretan, la tuercen y la diluyen, ella pierde su esencia, ella se hace agria.  Habla la verdad de su palabra, y la sed de aquellos que escuchan ser� apagada."

"�Cu�l es el significado de esos que estaban al pie de la monta�a?" pregunt� yo.

"Ellos son esos que se contentan con medias verdades.  Muchos saben que el agua m�s limpia se encuentra en la cima de la monta�a, pero escogen no esforzarse a s� mismos.  El ascenso es dif�cil, y para conocer la verdad uno debe ser diligente en el conocimiento de la Palabra.  Por ahora la diferencia entre aquellos que est�n en la base de la monta�a, y aquellos que est�n aqu� nutri�ndose por s� mismos con la palabra pura de Dios es imperceptible al ojo humano.  Mientras dure el d�a, a los ojos de los hombres ellos son todos iguales, pero el d�a no durar� para siempre."

Mientras el hombre hablaba estas palabras lo que apenas un instante antes hab�a sido un cielo azul y despejado, se volvi� p�lido, luego negro como boca de lobo.  En un instante hubo tinieblas hasta donde alcanzaba la vista.

"Ahora observa la diferencia", dijo el hombre.  Al mirar, yo comprend� lo que �l quer�a decir.  La base de la monta�a estaba sumida en tinieblas.  Ni un solo parpadeo era visible, pero aquellos que estaban en la cima de la monta�a comenzaron a brillar con un fulgor que les permit�a ver claramente el sendero delante de ellos.  El hombre que hab�a estado de pie junto a m� brillaba con mayor resplandor que todos nosotros.

"Solamente la verdad pura de la palabra de Dios ser� como un ancla en la tormenta, y como una l�mpara en la obscuridad," dijo el hombre.  "Todo lo dem�s se desvanecer� en la nada.  Porque los d�as que vienen son d�as oscuros llenos de confusi�n y gran angustia.  Incluso sobre esta tierra hacia la cual el Padre ha mostrado tan grande misericordia, pronto viene el d�a en que su destino dejar� al mundo estupefacto.  S� valiente en la verdad, siervo, y trabaja mientras todav�a puedas para que tu recompensa sea completa.

Yo despert� pensando que hab�a pasado s�lo un corto tiempo desde que me hab�a quedado dormido.  Me sorprend� al escuchar a Geno dici�ndome que est�bamos a s�lo minutos de llegar a nuestro destino.  Esa noche, la reuni�n se realiz� en el sal�n de baile de un casino y, seg�n las instrucciones, yo prediqu� la verdad de la palabra de Dios.��Fue un mensaje sencillo acerca de Jesus como el camino, la verdad, y la vida, pero este sencillo mensaje conmovi� los corazones de quienes escuchaban.  Fue uno de los m�s poderosos mensajes durante este viaje, con gente siendo salvada, liberada, y rededicando sus vidas al Se�or Jesus.  Desde entonces he orado mucho respecto a si debiera o no compartir este sue�o, y sent� en mi coraz�n que era tiempo de hacerlo as�.  Dios prepara a sus hijos por adelantado, y les ofrece suficiente tiempo para aferrarse a �l y confiar en �l, de modo que ellos puedan capear la tormenta y, habiendo pasado todo, ver su victoria

Apocalipsis 22:17, "Y el Esp�ritu y la Esposa dicen: Ven.  Y el que oye, diga: Ven.  Y el que tiene sed, venga; y el que quiera, tome del agua de la vida gratuitamente."

Con amor en Cristo,

Michael Boldea Jr.


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